Definimos la piel de dos formas: según su tipo y según su estado.
El estado de la piel afecta a todos los tipos de piel. Normalmente vinculado al entorno, puede ser temporal o volverse permanente. Asimismo, la piel puede presentar falta de luminosidad, estar deshidratada y/o sensible, presentar pequeñas arrugas, arrugas, manchas de pigmentación, falta de firmeza o poros dilatados.
Piel seca
Disfunción de la producción de lípidos a nivel de la epidermis.
Poro de piel liso y fino.
Un aspecto mate.
Sensaciones constantes de incomodidad, sequedad y tirantez sobre todo el rostro.
Irritaciones y sensibilidad cutánea sobre todo el rostro.
Aparición de pequeñas arrugas y piel áspera por todo el rostro.
La sequedad cutánea se ve fomentada por factores tales como la edad, los limpiadores y tónicos no adaptados, la alimentación, el sol, los climas extremos y una protección inadecuada a éstos.
Piel mixta y grasa
Produce demasiado sebo.
Factor genético, pero también puede deberse a factores internos (cambios hormonales) y externos (clima cálido y húmedo, utilización de productos limpiadores demasiado agresivos o no adaptados que desequilibran la piel).
Sobreproducción de sebo, que se traduce por una piel brillante, fundamentalmente en la zona media del rostro.
Hablamos de "piel mixta" cuando la piel de la zona media del rostro presenta tendencia a ser más grasa que la piel del resto del rostro.
Piel normal
Aspecto mate y luminoso. La piel está radiante, sin tensiones ni brillos.
Este tipo de piel "perfecta" es poco frecuente, salvo en los niños.
Pueden volverse secas en invierno o sufrir deshidratación.
Piel deshidratada
La piel deshidratada es aquella que experimenta carencia de agua. Todos los tipos de piel pueden sentirse así, al menos ocasionalmente.
Sensación constante de incomodidad y tiranteces localizadas u ocasionales.
Pequeñas arrugas y aspereza de la piel en las zonas deshidratadas.
Tez apagada, carente de luminosidad.
Producción de sebo en la zona media.
La deshidratación cutánea se ve fomentada por la edad, los limpiadores y tónicos no adaptados, el sol, los climas extremos y una protección inadecuada a éstos.
Piel sensible
La sensibilidad cutánea afecta a todos los tipos de piel. La piel puede ser sensible de nacimiento, o haberse debilitado con el paso de los años por la utilización de productos cosméticos inadecuados, el modo de vida (estrés, tabaco o alimentación) o agresiones externas (clima, contaminación o exposiciones solares excesivas).
La piel sensible puede resultar dolorosa, y aparecen las rojeces difusas de manera sistemática o en contacto con el agua, con el estrés o con los cambios climáticos.